[ANÁLISIS] Alekhine’s Gun

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Análisis publicado en IGN España el 29 de marzo de 2016.

La fina línea que separa el homenaje de la copia es, en muchos casos, traicionera y juega malas pasadas a los estudios. En otros casos no es traicionera, simplemente que sobrepasarla refleja el poco talento, la desidia y las prisas a la hora de lanzar un título al mercado. Y es que bajo presupuesto no tiene por qué traducirse directamente por baja calidad, es algo que demuestran y siguen demostrando multitud de títulos que emanan de pequeñas desarrolladoras o estudios independientes.

Maximum Games parece no haber tomado nota de lo anteriormente expuesto y se lanza al vacío con Alekhine’s Gun, una gran idea empañada por una ejecución torpe e irresponsable. El presente título bebe principalmente de tres fuentes con el objetivo de labrarse una personalidad propia, pero su copia resulta tan descarada y evidente que no logra, ni siquiera, emular a algunos de los títulos en los que se basa.

Echando un vistazo rápido a Alekhine’s Gun, lo primer que nos viene a la mente es, sin ningún lugar a dudas, la saga Hitman. El juego de Maximum Games bebe directamente del concepto y de la jugabilidad que hizo famoso al Agente 47; escenarios amplios pero cerrados, múltiples modos de alcanzar los objetivos, sigilo amateur, disfraces… incluso su sistema de cobertura parece calcado de la saga de IO Interactive. Pero, sin embargo, no rezuma la calidad de esta saga ni por asomo por culpa de una jugabilidad pobre que más adelante desarrollaremos.

Por otro lado también se copia a la saga Death to Spies. Por un lado, la jugabilidad resulta también similar a la de la saga de Haggard Games, pero esto no debe cogernos de sorpresa ya que esta misma saga mezcla la jugabilidad de Hidden & Dangerous con la de Hitman. Pero lo que más llama la atención es que Alekhine’s Gun parece ser una continuación no oficial de Death to Spies ya que el protagonista es el mismo -Semyon Strogov-, un miembro del servicio de inteligencia soviético que comienza sus andaduras durante la Segunda Guerra Mundial.

Y, por último, Alekhine’s Gun parece “inspirarse” también en el mediocre Velvet Assassin de la desaparecida Replay Studios, sobre todo en su pobre apartado técnico y lamentable sistema de luces. Además, la forma de narrar los hechos resulta alarmantemente similar.

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Con este cóctel, con ingredientes sobresalientes, notables y mediocres, Maximum Games podría haber desarrollado un título bastante superior, más sabiendo que contó con un presupuesto relativamente aceptable y un equipo de desarrollo con cierta experiencia. No sabemos a ciencia cierta si ha sido la desidia o la falta de talento lo que ha hecho que Alekhine’s Gun sea lo que es, pero desde luego es un lamentable modo de tirar por la borda un título de espionaje ambientado en la Guerra Fría.

Al margen de su cuestionable apartado técnico, del que hablaremos más adelante, Alekhine’s Gun nos llama la atención, de primeras, por su jugabilidad. Una primera toma de contacto con el juego puede causar una impresión errónea sobre el mismo. La primera misión llega incluso a sorprender a pesar de dar muestras de tener un apartado jugable muy limitado. El problema vendrá después, cuando veamos que las once misiones del juego cuentan con casi los mismos objetivos y, por tanto, las mismas mecánicas para alcanzarlos.

Antes de cada misión, amén de la cinemática de turno, se nos presenta un detallado informe que más quisieran muchos juegos de sigilo tener. Dicho informe nos pondrá en situación, regalándonos interesantes perfiles y situaciones con las que nos encontraremos durante el transcurso de la operación. Además, inmediatamente después, se nos ofrecerá la posibilidad de elegir el armamento que queremos utilizar, al más puro estilo Hitman. El armamento, además, es susceptible de sensibles mejoras que harán nuestras misiones más llevaderas. Estas mejoras se podrán obtener mediante la experiencia que vayamos obteniendo misión tras misión, por lo que realizarlas con cierta lógica será recompensado.

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Una vez metidos en situación y armados correctamente nos damos de bruces con Alekhine’s Gun en todo su “esplendor”. Los escenarios, por lo general, suelen ser amplios y con multitud de estancias, recordándonos inevitablemente a lo visto en la saga Hitman a partir de su segunda entrega. El principal problema de todo esto es que los escenarios, a pesar del acertado atrezzo, resultan artificiales, carentes de vida y sentido, puesto que más del 80% de los mismos sobra y no es necesario en la misión, ni siquiera contienen secretos o lugares interesantes que visitar. Además, a pesar de la amplitud de la mayoría de niveles, el desarrollo de la acción suele ser completamente lineal en los mismos, a la vez que repetitivos pues, sin casi ninguna variación, las misiones contendrán los mismos objetivos desde la primera hasta la última. Estos objetivos se traducen en: matar a alguien, recuperar información o fotografiar documentos. El agente Semyon Strogov parecerá más un sicario que un agente del KGB.

Pero sus problemas jugables no se reducen únicamente al inexplicable planteamiento de los escenarios ya que el control, y las posibilidades que este ofrece, tiene mucho que decir. El movimiento del personaje resulta robótico y antinatural en la mayoría de los casos, un movimiento impropio de esta generación de consolas y PCs, con una imprecisión digna de títulos de hace casi dos décadas. Además, Alekhine’s Gun es un juego muy desequilibrado, ya que determinados planteamientos hacen que una misión vaya sobre ruedas con una dificultad irrisoria y otros planteamientos resulten ineficaces de primeras debido a estar poco desarrollados. Por ejemplo, si te atreves a jugar a Alekhine’s Gun has de saber que el cuchillo va a ser tu mejor aliado; olvida por completo las pistolas con silenciadores, los francotiradores o la cuerda de piano -aquí llamada garrote-, un buen cuchillo se convertirá en el mejor arma de un espía soviético, a pesar de las pruebas que el uso del mismo dejaría en el escenario pero que, milagrosamente, no deja en este juego. Y otro ejemplo o consejo, evita usar armas de fuego a toda costa, ya que su control es alarmantemente deficiente. La acción no es una opción válida en este juego, no por que resulte descabellada en una infiltración, sino porque resulta directamente imposible.

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Y esto no ha terminado, no penséis que os vais a librar tan fácilmente de los problemas de Alekhine’s Gun. La IA, ese elemento tan importantísimo en los juegos, que tan buenos momentos nos dio en la época de los 32 bits y que tanto miramos con lupa en la actualidad. No es cuestión de ser exigente, es cuestión de ser consecuente. Y es que la IA de Alekhine’s Gun es poco menos que una basura. Los enemigos actúan de manera completamente artificial durante todas las misiones, con unas pautas de conducta demasiado marcadas que, junto con el escenario, terminan por lastrar la experiencia y sacarnos por completo del videojuego. Otro consejo, o ejemplo, es el siguiente; si vas a jugar a este juego, debes tener en cuenta que da igual que le pegues cinco puñaladas a un guardia en medio de un salón, no va a dejar rastro de sangre alguno y, además, sus compañeros no lo echarán jamás en falta por lo que adelante, que las matanzas de cerdos en Extremadura se queden cortas frente a la destreza con el cuchillo de Semyon. Algo que ya aparecía en los primeros Hitman, hace 16 años concretamente, brilla por su ausencia en Alekhine’s Gun.

Entre las pocas bondades al respecto de la jugabilidad nos encontramos ante un sistema de apertura de cerraduras mediante ganzúas bastante interesante y lógico, así como unos contados minijuegos de sabotaje bien implementados. Estos dos aspectos nos sacan de la monotonía que supone el desarrollo de la misión por lo que siempre son bienvenidos. Por otro lado, el modo concentración introducido también resulta interesante a la hora de movernos por el escenario. Respecto a su duración, estamos ante un juego que dura, de media unas 5 o 6 horas, por lo que resulta insuficiente visto su precio de lanzamiento.

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Dejando a un lado el importante apartado jugable podríamos esperar que Alekhine’s Gun nos ofreciese, al menos, una buena historia. La Guerra Fría es un contexto histórico interesante y necesario a la hora de desarrollar un videojuego. Prácticamente se pueden contar con los dedos de una mano los títulos que se sitúan en la misma y las posibilidades que ofrece son extensas. Además, si ya terminó la industria por exprimir un contexto como la Segunda Guerra Mundial, ahora está realizando lo mismo con el conflicto actual y algunos ya comenzamos a cansarnos de ello.

La historia comienza a finales de la Segunda Guerra Mundial con la Alemania nazi en pleno proceso de repliegue. Encarnaremos al espía ruso Semyon Strogov, al cual se le encarga infiltrarse en un castillo alemán. En dicha infiltración Semyon se encuentra con un agente de campo norteamericano llamado Vicent Rambaldi, un aliado forzoso al que decide liberar. La guerra acaba, pero Semyon y Vincent logran forjar una cierta amistad a pesar de encontrarse en dos bloques opuestos. El levantamiento del telón de acero tendrá a Vincent y Semyon sin contacto durante casi veinte años hasta que en 1963, meses antes del asesinato de Kennedy, la CIA planea una operación conjunta con la KGB para evitar un enfrentamiento entre ambas potencias y, por ende, un holocausto nuclear.

De primeras, la historia de Alekhine’s Gun nos puede parecer atractiva y, de hecho, en el fondo lo es, y mucho. Contamos con una época, un contexto y un planteamiento que parece sacado de Operación U.N.C.L.E. y eso es algo que ya le otorga, ipso facto, varios puntos a la historia del juego. Además, contamos también con un período magnífico para tramas de conspiración y espionaje: la Guerra Fría. Entonces ¿qué podría salir mal en este apartado? Pues, por desgracia, bastantes cosas.

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Para empezar nos encontramos con una narración tremendamente lenta, carente de tensión e interés que se desarrolla entre misión y misión mediante unas insulsas cinemáticas estáticas que parecen sacadas de una novela gráfica amateur. Además, los actores de doblaje no consiguen otorgar personalidad a los protagonistas por lo que, además, nos encontramos ante personajes completamente planos. Por otro lado, aunque se visitan bastantes lugares interesantes, durante las misiones la trama no se desarrolla y ni siquiera se nos introduce bien en ellas; lo mismo nos dará estar pegando cuchilladas en Cuba que saboteando una guitarra eléctrica en Texas, no sabremos por qué lo estamos haciendo y, lo peor de todo, no lo querremos saber.

¿Cómo un estudio es capaz de desaprovechar, a nivel argumental, una oportunidad así? Si es que no tenían tampoco que quebrarse mucho la cabeza, con leer alguna que otra novela, ver lo básico de James Bond y la primera película de Misión Imposible podrían haber sacado suficientes ideas para tener un hilo argumental interesante. Pero no, Maximum Games tira sin pudor por un precipicio uno de los principales pilares de un videojuego de este tipo.

Parece mentira, pero lo malo todavía no ha terminado. Analizar el apartado gráfico de Alekhine’s Gun es algo realmente doloroso y, por desgracia, es una de sus cartas de presentación. El juego, la primera vez que lo ponemos, directamente ya echa hacia atrás y no es por poseer un acabado digno de los inicios de PS2 -año 2000, recordemos-, sino por su pésimo y cuasi insultante juego de sombras que nos “regala” Maximum Games desde el minuto uno.

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Alguna razón debe haber para semejante aberración lumínica, puede directamente ser falta de talento o una chapuza cuyo objetivo es ocultar un escenario mal acabado, así como multitud de detalles de baja calidad. Pero el problema no es únicamente que el juego sea oscuro y haga un uso de la luz deficiente, el problema también existe en la incidencia de la sombra sobre los personajes, en concreto sobre Semyon. Una sombra granulada y 100% geométrica que ni el 3D más primitivo de SNES. Completamente de pena.

Por si esto fuera poco, los modelos de los enemigos no es que se repitan, es que prácticamente sólo existen uno o dos por nivel, por lo que la inmersión desaparece de un plumazo sin piedad. Las animaciones están al mismo nivel que el resto del juego y brillan o bien por su ausencia, o bien por su ejecución. Por poner un ejemplo, uno de los trucos que podremos utilizar para atraer enemigos es silbar; pues bien, Semyon para silbar no mueve los labios, ni siquiera un músculo de la cara. Puede ser que aparte de espía de la KGB sea también ventrílocuo.

Entrando en el apartado del rendimiento es necesario aclarar que el juego tiene unos tiempos de carga mínimos en su versión de Xbox One, rara vez llegan a los 15 segundos, sin cortar la acción en ningún momento. Por otro lado, Alekhine’s Gun sufre unas caídas de FPS muy importantes cuando se reúnen gran cantidad de enemigos en pantalla o cuando hay algún tiroteo. Y, por supuesto, no podía faltar algún que otro bug que crashee hasta la consola.

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El apartado sonoro intenta maquillar el resto de despropósitos sin mucho éxito. La banda sonora de Alekhine’s Gun cumple su función sin muchas florituras, resulta algo insulsa pero, al menos, no es molesta y ambienta bien alguna que otra situación. El doblaje es, quizá, su punto más flojo debido al poco empeño de los actores por dotar a los personajes de vida que, junto con las estáticas cinemáticas, termina por sacarnos por completo de la trama. El juego no se encuentra doblado al castellano pero sí traducido, aunque la traducción resulta bastante chapucera. Los efectos de sonido cumplen sobradamente y, posiblemente, sean casi lo mejor del juego.

EL VEREDICTO

Alekhine’s Gun es uno de esos videojuegos que dan pena, y no es por su pobre ejecución en todos los apartados, es porque detrás del juego de Maximum Games hay un gran título escondido que jamás verá la luz. Es triste ver como un estudio tira por la borda una buena idea y muchísimas horas de trabajo de esta manera por la desidia, por la copia descarada, por las ganas de sacarle los cuartos al jugador. Alekhine’s Gun es evitable a toda costa y más a su precio de lanzamiento.

Lo mejor:

  • Contexto histórico interesante: la Guerra Fría.
  • Parte de una buena idea.
  • Interesante los 15 primeros minutos.

Lo peor:

  • Repetitivo y sin personalidad propia.
  • Vacío, sin vida.
  • Copia descarada de varios títulos del género.
  • Precio de salida absurdo (49,99€).
  • Gráficamente insultante.
  • Doblaje y traducción deficientes.
  • Historia nula.

NOTA: 4